top of page
En la Intimidad
¿Sabes? Lo pienso y sólo se me viene al recuerdo esa intimidad. Esa intimidad en la que quiero vivir incontables momentos.
En la intimidad te pido que no olvides cada palabra sincera que se escapó de mis labios aquellas veces que más baja me dejabas la guardia por el simple hecho de estar cerca o tras una pantalla.
En la intimidad me recreo en la unión de dos, por el simple hecho de un toque constante; sutil o certero, pero continuo.
En la intimidad quiero acostumbrarme a memorizar cada marca o lunar que recorren la inocencia y superficie de tu piel. Trazar cada arruga, de horizontal a vertical, a lo largo de cada roce y caricia, sobre los pliegues naturales o provocados por esa risa suave y ligera que irrumpe por cualquier nimiedad que yo trate de lanzar para conseguir que tu rostro convierta su forma en un espejo de alegrÃa momentánea.
Es una realidad tangible el hecho de que mis ojos se imanten a tus facciones contorsionadas en reflejo de emociones tan perfectas.
No es nada especial lo que puedo estar pidiendo en estas escuetas letras, pero es un mundo en cuanto entran en la juego las sensaciones.
Lo sé por aquello desconocido que atrapa mis nervios nada más alcanzar contacto con tus yemas. Un salto al vacÃo recogido en unas almohadas ignorantes de su poder sobre mi cuerpo.
En la intimidad no me importarÃa guardar susurros y profundas exhalaciones. No tienen por qué esconder un sentido intenso o cuerdo, la sola acción de tus labios pronunciando de una forma tan liviana cualquier palabra, invoca una seguridad en mis sistemas que rebosan de calma en instantes inmediatos.
Créeme cuando te digo que hueles a calma, porque me quedo corta al explicarte que tu esencia tienen derecho a anhelarla todos y todas aquellos desgraciados que no saben lo que es alcanzar el paraÃso con sólo refugiarse o inundarse del aroma de tu cuello.
Es una bonita intimidad la que genera revoluciones, porque es sólo esa misma la que contiene la capacidad de apaciguarlas. En ese lÃmite del equilibrio me muevo yo en todo momento cuando te acercas o simplemente te percibo.
Es una búsqueda incompleta la que me encuentro al hablar de intimidad. Me acuden a la mente detalles y estÃmulos Ãnfimos; un recorrido de dos brazos que arropan mi espalda de forma completamente inesperada, culminando en un abrazo firme que sin saberlo podÃa recomponer piececitas por pocos segundos que durase. Todos aquellos trazos que tus uñas han dejado y dejan por cada poro de mi sensible tez, arrancando escalofrÃos a pesar de mis incontrolados movimientos. Los paseos de tus yemas en ascenso por mi cuello, dibujando trivialidades por mi nuca y calmando mi mente por eternos minutos. Las preguntas en forma de susurro, por muy banales que sean, que sin embargo, dejan un rastro de presencia, un rastro de esa calma.
Sólo quiero apreciar que me permites esa toma de intimidad segura encima de ese sofá. Permitirme sujetarte aun sin riesgo de caÃda, en esos instantes previos al sueño en los que devolviéndote el calor y el cariño, me dedico a delinear cada curva y enlace de tu impasible rostro. Permitiendo una pausa a cada pliegue de tu frente cuando las arrugas irrumpen en ella injustamente. Esbozando la forma de tu nariz, ligeramente perturbada por unas sutiles cosquillas imprevistas de existir. Allanando el camino de tus altivas mejillas, que llaman a pasear los labios por un camino de besos imaginario que provoca una picazón inexplicable en los mÃos, aclamando atención. Y el culmen de la escultura que consideras tu semblante: la boca, también conocida por mà como la rendija de una tentación persistente. A esta porción de ti me dedico a admirar, aprovecho las distracciones de nuestro alrededor y tu estado de narcosis, para paralizar por un tiempo lo que recorre mi cabeza, estableciendo como prioridad esta tortura auto pactada por la que tú simplemente respiras en paz y yo agradezco la oportunidad de fascinarme con aquello que me supone una dulce perdición tanto como una prohibición redundante.
Esta es la intimidad que yo quiero guardar y que quiero conservar indefinidamente: crear un nudo de brazos y piernas alrededor de tu figura para garantizarme la calma y no soltarte de mis caricias, resumiendo los testigos en un simple sofá provisto de la comodidad necesaria para acompañarnos en el paralelismo en que estas sensaciones nos integran.
En la intimidad te pido que todo lo descrito no deje de ser eterno, aun permaneciendo sólo en recuerdos de una insomne sin remedio.
En la Intimidad: Lista
bottom of page