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Mujer

Su fisionomía mental lo primero.

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Sensibilidad, sentimiento, inteligencia, ambición, cariño, curiosidad, lascivia, determinación, humildad y anticipación. Todas ellas partes de una sola y privilegiada mente. Todas ellas particularmente generalizadas.

Integradas en opiniones y personalidades. Integradas en ellas.

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La belleza hecha alma, la pureza hecha atrevimiento.

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La capacidad de saber de todo con sólo echar un vistazo al mundo.

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Me reafirman la admiración todas aquellas miradas de complicidad que eximen a las conversaciones de preguntas incipientes. Un profundo gesto de comprensión entre la sororidad y la apreciación que sin duda decanta la balanza a favor de la suspicacia femenina.

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Me apasionan sus movimientos de grandeza. Me conquistan sus ilusiones de crecer.


Su fisionomía como tal en el sentido más literal que pueda existir.

Pecar es el pan de cada día cuando la vista y la mente traicionan hacia sus trazos y líneas.

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Su piel y sus reacciones, que podríamos englobar con la piel de todas las personas, pero no, eso es un insulto a la suavidad. Únicas en cada una de ellas, todas con ese sentido especial. Da igual lo que las conforme, todas las pieles comprenden sus historias con marcas; cicatrices, estrías, pecas, lunares, quemaduras y todo lo que pueda formar parte de una.


Sus vellos, erizados a la pureza de un sutil contacto. Vellos que avisan y predicen. Encargados de denotar comodidad o confianza, de transmitir abismos de sensaciones. Delatores de sus más ocultos pensamientos o sus más sencillos deseos y sensaciones.


Rostros dispares, morenos, blancos, níveos o nocturnos, todos trazados por unas yemas deseosas de perfección.


Cada facción de cada semblante única, impecable. No cabe en toda la superficie de sus faces la preciosidad que las conforma. A ojos de cualquier mortal insuperables, sólo espero con el tacto poderles transmitir a todas aquellas que se me permita, lo que mis ojos han visto y lo que mi cordura perpetra en la memoria.

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Sus accesibles cuellos, motivos de desesperación por un deseo irrefrenable de surcarlos de cualquiera de las formas que ellas acepten permitir. Longitudes descaradas dueñas de una sensualidad sin precedentes, más allá de comunes fetiches simplones que no contemplan en sus características la intimidad que posee un gesto de giro facial que logre descolocar ciertos mechones de la nuca, para ser luego aceptada la intercepción de una mano traviesa dispuesta a acariciar el valle y recolocar las fibras rebeldes. Un camino ciertamente sinuoso para recorrer con labios de plomo deseosos del yacimiento de ese aroma culpable de un encantamiento persuasivo capaz de conquistar con la misma facilidad con que se chascan los dedos.

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Prologar sus sonrisas y muecas debería ser deber civil. Que sus comisuras nunca dejen de brindarse una buena distancia. Ya sean de alegría o exageración como de lascivia u orgullo, dejando protagonismo a las perlas de inmaculada blancura que esconden sus labios. Y cuidado con estos últimos porque provocan delirios de grandeza o sufrimiento cuando te toque desearlos.

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Sus proporciones desprevenidas de exactitud y simetría, simplemente construidas a base del antojo natural y el azar de la estética. Sus formas curvas y líneas continuas que construyen anatomías capaces de desestabilizar hasta la mente del más santo o santa. Un buen paisaje donde perderse entre centímetros de arte, cualquiera que sea de cada uno de esos lienzos.

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Por si faltara aclaración, aunque todo y toda lector o lectora de este texto debería haber asumido el protagonismo de la mujer desde la primera afirmación de belleza, estas escuetas palabras van dirigidas a toda aquella persona que se considere mujer y que permita al resto de simples mortales disfrutar de su existencia y presencia. Gracias por ser la cuna de lo estimado como bello y original, gracias por ser inicio de vida y semblante de fin; pues algo tan duro como la existencia se valora en femenino y a su vez lo que consideramos como muerte, lleva las iniciales de una mujer, pero no por su implicación ha de ser despreciada en su hermosura pues incluso la muerte en cualquiera de sus formas es tan solo una mujer cuidadosa que reclama compañía.

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Mujer: Lista

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